sábado, 21 de agosto de 2010

Staccato

Estás en una habitación, observás cuidadosamente a un hombre al otro de lado de un frío vidrio. Él lleva una gabardina azul celeste sobre la ropa, también notás que usa pantalón de vestir, además lleva el cabello engomado con "gel de efecto mojado". No luce como un Dr. más bien como un comerciante. Está sentado, viéndote a la cara fijamente, vos te encontrás a la expectativa, esperás que el hombre actúe, no lo perdés de vista, sentís mucha curiosidad acerca de él.
A tu alrededor hay un montón de personas, estudiantes de medicina; portan gabachas blancas y tablas para escribir en las que anotan con grafito un montón de garabatos. Vos en cambio no tenés puesta una gabacha, pero sabés que estás ahí observando por las mismas razones que ellos.
El hombre, que permaneció quieto por un gran intervalo de tiempo, saca un control remoto. Tu visión se ajusta, era la acción que esperabas, agudizás los ojos para darte cuenta de qué botón apretará, no podés esperar, estás impaciente, tenés que preguntárselo
-¡Cuál bot...!
El hombre presiona MUTE y te corta la palabra. Los estudiantes de medicina apuntan en sus libretas sus impresiones diagnósticas a tu lado, el hombre en la otra sala solo ladea la cabeza como lo hacen los perros cuando no comprenden. Seguís intentando hablar, sentis tus cuerdas vocales presionarse en la laringe ¡tan! ¡tan! ¡tan! vibran como las cuerdas del piano al percutir las teclas, estás gritando, pero tu voz no se escucha.
El hombre apunta el control hacia otra dirección, notás que está jugando con los botones de VOLUME. Pulsa + y los estudiantes de medicina comienzan a gritar, todos al unísono: ¡AAAAA! El hombre pulsa - y los estudiantes ahora pronuncian casi suspirando ¡aaaa! esa vocal, al mismo tiempo. El hombre teclea apareadamente ambos botones subiendo y bajando el volúmen de sus voces. Vos aún no podés hablar, escuchás las pronunciaciones, que se asemejan a un coro tibetano, fluctuar en intensidad de sonido y esa situación se está volviendo desesperante. Tu cara se sonroja por la fuerza que hacés con la garganta. No exhalás sonido alguno.
Pensabas que él sería el objeto de estudio hoy; te equivocabas. Sabés que vos y las demás personas en el laboratorio son los que están siendo investigados, te convertiste en conejillo de indias junto con los demás a tu lado del espejo y por ello estás comenzando a enfurecerte, nadie te explicó que así funcionaría el método, no te prestaste para tal cosa...
Te preguntás a qué hora terminarán de jugar con tu conducta, estás fuera de tus casillas, los estudiantes te gritan a en cada oreja y vos no hablás. El hombre observa tus gestos, abris y cerrás la boca tragando bocanadas de aire, las palabras no se articulan, él no hace nada, solo ve cómo te atoras, cómo luchás por hacerte esuchar. No tiene papel, no está tomando nota de nada, todas sus conclusiones saldrán de la observación empírica.
Apunta el control de nuevo, esta vez el grupo de alumnos se divide en dos, unos gritan ¡Pi! ¡Pi! ¡Pau! a todo volumen cada cuatro tiempos, los otros susurran ¡Bom! ¡Bom! ¡Bom! No paran. Tu desesperación bordea la locura, seguís sin voz, pero podés escuchar tus pensamientos:
-Ya no puedo más- Te decís vos mismo.
Corrés contra el vidrio y aunque no lo creías posible, lo rompés con el peso de tu cuerpo, los brazos contra la cara. Ahora estás al otro lado, junto al hombre, éste no reacciona de ninguna manera, supongo que no le diste tiempo... Aunque en tu cabeza parecio que tardaste demasiado (Porque sentíste cada viruta de vidrio contra tus antebrazos y al caer cachaste los zapatos del hombre, se te grabó el color marrón recién lustrado de ellos en la memoria, al levantarte viste cada uno de los rostros de tus compañeros, sus expresiones desconcertadas, levantando las cejas y los hombros, frunciendo los labios y el seño, cuestionando tu comportamiento, aunque seguían gritando uniformemente.) te incorporaste tan rápido que de inmediato lo tenés en el suelo, observás su cara en cámara lenta, su silla cae al ritmo de las últimos pedacitos de vidrio, el respaldar de la ésta golpea el piso y ves rebotar su cabeza, como no podés decir nada, arremetés contra él con furia, lo golpeás, más y más hasta que te domina el cansancio.
El hombre sangra apreta el control y libera tu voz. Luego, el hombre dice:
-A vos te tocó ser el silencio y a ellos las redondas. Lo siento.

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